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Mostrando entradas de mayo, 2014

El ahorcado

 Por las tardes, en lugar de dormir la siesta, mi madre me hacía lavar los dientes y salíamos a la calle, rumbo a la casa de una amiga suya. Su amiga tenía un hija pequeña, de la misma edad que yo. Daniela.   Daniela era una niña muy independiente, al decir de su familia, y gustaba de jugar sola con sus muñecas, entre los árboles que había al fondo del terreno en el que vivían, el bosque decía ella. Por eso mi presencia era un incordio para la chica, lo que derivaba en alguna que otra pelea.   En las peleas yo siempre llevaba las de perder, porque me habían aleccionado que pegarle a una dama no era propio de un hombre: así que dejaba que ella me surta de lo lindo, pegándome, tirando de mi pelo, pellizcando. Yo, estoico, me dejaba hacer, esperando que se canse.   Claro que las peleas no se desarrollaban frente a todos. Cuando llegaba con mi madre a la casa, Daniela me besaba mientras me invitaba a jugar al bosquecito y corría conmigo de la mano hacía el fondo, donde me metía entr